Imagina que tu perro tira de la correa sin parar. Has probado los famosos arneses anti-tirones, has intentado enseñarle a estar cerca de ti con salchichas, le has llegado a dar tirones a ver si así aprende, te has enfadado, frustrado, has gritado… pero nada da resultado.
No consigues que tu perro dé un paseo sin destrozarte el hombro.
Esto me contaba un cliente que me contactó porque tenía un perro enorme que además de tirar, tenía reacciones reactivas hacia otros perros. En el mes y poco que llevaba adoptado ya había tenido una trifulca con un par de perros.
Y claro, el hombre tenía miedo de que en algún momento el perro terminara hiriendo o, peor aún, matando a otro perro.
El primer día que quedamos, lo hicimos en un parque poco concurrido con mucha naturaleza y nos pusimos a caminar juntos mientras charlábamos.
Efectivamente, el perro estiraba continuamente de la correa.
Pero además de esto miraba a su referente cada pocos segundos y se relamía (señales de incomodidad). Así que cambié la corta correa que llevaba por una correa de 3 metros -el entorno lo permitía-.
Con el cambio pararon los tirones.
¿Por qué?
El perro quería tomar un poco de distancia de su referente para poder relajarse olfateando, algo así como cuando intentas trabajar con tu jefe mirándote por encima del hombro.
Con la correa más larga, pudo tomar esa distancia, relajarse y concentrarse en olfatear. Y como estaba a su rollo olfateando, no reaccionó a los perros que pasaban a cierta distancia, algo que antes hacía.
¿Es esta la solución para todos los perros?
En absoluto.
¿Con esto se acabaron todos los problemas de este perro?
Tampoco.
Pero poder disfrutar de su paseo más tranquilo y dejar de reaccionar a gran parte de los perros, fue muy buen punto de partida para seguir con el trabajo.