Imagina que te traes un hipopótamo a la ciudad.
Por que sí.
Porque siempre has querido uno.
No hablas con ningún educador de hipopótamos, ni lees ningún libro sobre hipopótamos. Tal vez hayas visto algún programa de la tele sobre hipopótamos.
Da igual. El caso es que no puede ser tan difícil.
Agua, comida, cariño. Paseos 3 veces al día.
Pero claro, resulta que tener un hipopótamo no es como te lo imaginabas.
Que no te lo puedes llevar a una terraza porque ladra a todo el que pasa. Que resulta que te vas a trabajar y te muerde el marco de la puerta. Que es que es muy nervioso. Que si tiene miedo a los petardos.
Me explico, ¿verdad?
Bien.
Pues esto pasa todos los días con los perros.
Se coge a un animal de otra especie, se le mete en casa en mitad de una ciudad (o donde sea, que para el caso da lo mismo), y ya está.
Todo tiene que funcionar bien.
Porque sí.
Y luego que no entendemos qué está pasando. Ni tenemos ni idea de qué hacer cuando pasa esto o aquello.
¿Te suena?
Yo di por sentado hace casi 20 años que tener un perro era traerlo a casa, mucho cariño, muy buenas intenciones… y poco más.
Y por si no lo has adivinado, me di una hostia tremenda.
Ahora, escribo emails casi a diario contando lo que he aprendido en este tiempo, y sigo aprendiendo de mis clientes y formaciones.
Si quieres saber más de tu perro, de hacerle feliz, y de disfrutar más juntos, te recomiendo que te apuntes. Supongo que si ya se han apuntado más de 6000 personas, no es solo porque tengo una perra adorable, aunque podría ser:
Suscribirte es gratis. También es gratis lo que te doy (algo que utilizo en mis asesorías personales). Y gratis es desuscribirte con un clic al final de cada correo cuando te de la gana. Casi tan sencillo como tener un hipopótamo 😉
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