«Esta es la lección básica de la psicología evolutiva: una necesidad modelada en la naturaleza continúa sintiéndose subjetivamente, incluso si ya no es realmente necesaria para la supervivencia y la reproducción. La tragedia de la ganadería industrial es que se cuida mucho de las necesidades objetivas de los animales al tiempo que se olvida de sus necesidades subjetivas.»
Sapiens. De animales a dioses. Yuval Noah Harari.
Cualquier animal social necesita formar lazos fuertes con otros individuos de su especie para reproducirse y sobrevivir. Vacas, cerdos, perros y humanos. Es por ello que la evolución hace que las crías de estos animales sociales sientan un fuerte deseo de jugar, con el fin de aprender el comportamiento social, y establecer lazos con su madre, algo esencial para su supervivencia.
¿Qué ocurre si cogemos un cachorro de perro, lo mantenemos en una jaula dónde se le da comida, agua, calor y cuidados veterinarios que le libren de enfermedades y, cuando ya tenga edad para ello, se le insemina con semen para que críe?
Desde un punto de vista objetivo se están cubriendo sus necesidades de superviencia y reproducción. No necesitaría jugar con otros individuos ni establecer lazos. Pero desde un punto de vista subjetivo, este perro sigue teniendo un impulso muy fuerte para jugar con otros individuos.
O lo que es lo mismo, para conseguir el bienestar de un individuo hay que cubrir sus necesidades físicas y emocionales.
¿De dónde sale esto de las necesidades emocionales?
Darwin ya postuló la importancia de las emociones en cuanto a la supervivencia allá por 1873. Pero en concreto esta teoría es estudiada desde la década de 1950, cuando el psicólogo Harry Harlow estudió el desarrollo de los monos.
Para sus experimentos, Harlow separó a las crías de monos de sus madres horas después de nacer y las encerró en el interior de unas jaulas dónde había un muñeco de trapo y otro de alambre a semejanza de una mamá mona. La mamá mono de trapo no proporcionaba ningún sustento al monito, mientras que la mamá de alambre tenía un biberón del que el monito podía mamar cuando quisiera.
¿Qué mamá preferiría el monito?
Pues todas las crías demostraron una clara preferencia por la mamá de trapo y pasaban con ella la mayor parte del tiempo. Incluso si ambas mamas estaban muy cerca, los monitos se esforzaban por poder mamar mientras seguían agarrados a la mamá de trapo.

¿Quizás la madre de trapo les proporcionaba más calor?
Harlow instaló una bombilla eléctrica en la madre de alambre quien, además de alimento, ahora irradiaba calor. Pero aunque esta madre de alambre proporcionaba al monito «todo lo que necesitaba» para crecer, no era suficiente. Los monitos continuaron prefiriendo en a la madre de trapo.
LOS MONOS CRECIERON Y...
¿Y los perros?
En décadas posteriores, numerosos estudios demostraron que esta conclusión era aplicable a otros mamíferos (como perros o humanos), incluso a las aves.
Lo que nos lleva a plantear que, en nuestra sociedad, se da mucha importancia a suplir las necesidades objetivas de los perros (buena comida, tratamientos veterinarios, camas mullidas, correas y collares último modelo…), mientras las necesidades emocionales de los perros se obvian.
No es que no se tengan en cuenta, sino que ni siquiera se plantea que las tengan.
Y no hablo de necesidades como especie, pues debido a la gran selección genética que han tenido los perros, estas necesidades son a nivel de raza e individuales. Habrá perros que disfruten de jugar con otros perros y otros de espacios que explorar en solitario. Unos perros podrán disfrutar de ir a zonas de agua, otros disfrutarán más de espacios abiertos de montaña con mucha vegetación y otros preferirán espacios abiertos donde poder correr sin obstáculos.
Lo que me lleva a la siguiente reflexión: ¿por qué hay tantos perros con problemas para comunicarse con otros perros y elevados niveles de ansiedad y/o agresividad?
La respuesta quizás sea la baja importancia que se da a satisfacer las necesidades emocionales de estos individuos en sus primeras etapas de vida.