He recibido una consulta para saber si el curso de reactividad era el indicado en este caso -corto y pego-:
«Tengo dos perras hermanas pastorcitas de dos años y medio. Son muy majas y sociables, bastante obedientes, tienen la obediencia básica hecha […]
Pero…. tenemos un problema que solucionar y la pregunta es si este curso nos podría ayudar.
El problema es que si ven gatos sobre todo, se abalanzan y quieren perseguirles pero no con agresividad. Todo lo contrario, su objetivo es jugar y sobre todo chupar al animal en cuestión. Con las bicis no hacen nada. Con los niños por ejemplo es esa actitud aunque más moderada y educada, para ir a chuparles toda la cara si les dejan…
Viven con gatos en casa y no hay problema salvo lo mismo, que a veces les abrasan de pesadas persiguiéndoles y chupándoles y los gatos se asustan y lógicamente a veces se mosquean…
Pues bien, esta es la consulta, vamos por partes con la información que tenemos.
¿Estamos ante un problema de reactividad?
Estas perras son del grupo de raza de perros pastores, y esto significa que durante generaciones, sus antepasados fueron seleccionados para pastorear rebaños -de ahí el nombre-. Y cuando digo rebaños, digo grupos de ovejas, vacas, cabras, etc. de 300 individuos.
¿Qué características necesita tener un perro para pastorear un rebaño?
Pues principalmente dos, que fueron por lo que se seleccionaron los individuos que destacaban en ellas para esto.
La primera de ellas es que son perros que tenían que estar muy atentos a cualquier movimiento de algún animal del rebaño para reconducirlo. Es decir, al mínimo movimiento de una oveja que quería alejarse, el perro se activaba al máximo, corría detrás de ella, cortaba su trayectoria y, en algunos casos, le daba algún toquecito con el morro.
Estos movimientos, es el principio de la secuencia predatoria de los perros -la secuencia de caza-, que en estos individuos truncaron para que no llegaran a lastimar -o cazar- a estos animales.
Y como su labor era la de proteger a rebaños de animales que, realmente, podrían ser presas para ellos, seleccionaron a perros que desarrollaban un fuerte vínculo hacia individuos de otras especies.
Así que el que estas perras de la consulta -como muchos otros perros pastores- persigan gatos «pero no con agresividad», como me cuentan, es un comportamiento totalmente en línea con su genética.
¿Tiene el perro un problema?
Realmente el perro no tiene un problema, está haciendo aquello para lo que ha sido seleccionado durante generaciones.
El problema surge al introducir estos perros pastores como el Border Collie, Pastor Ovejero Australiano, Pastor del Pirineo o el Pastor Belga Malinois en un entorno que:
- les supone un alto estrés por tener que gestionar demasiados estímulos en movimiento (coches, bicicletas, gatos, niños…).
- es un problema que persigan estos objetos en movimiento.
Pero esto PUEDE DERIVAR en un problema...
Aunque como te digo en principio la conducta de estos perros está en línea con su genética, es decir, están haciendo cosas «normales» para la raza que son, esto no quiere decir que no se pueda producir un problema por ello.
Por ejemplo, en los casos en los que el entorno que supone al perro un estrés que no puede asumir de manera saludable, puede generar un estrés crónico en el individuo. Y el estrés, entre otras cosas, hace que el perro gestione mejor las emociones, por lo que algo que en principio no era un problema de reactividad, puede terminar en situaciones conflictivas donde el perro se abalanza y llegue a morder.
Y también suele aparecer mucha frustración en estos individuos, al querer realizar ese comportamiento que «les pide el cuerpo» y no poder. Y por esa frustración, el perro termina teniendo conductas explosivas como ladrar, morder la correa -o lo que pillen cerca-, dar vueltas sobre sí mismo, etc.
En ambos casos, estaríamos hablando de lo que se conoce comúnmente como una respuesta reactiva.
ERRORES al tratar el problema
Una vez uno se encuentra en esta situación, hay varias formas de enfocar este comportamiento que no solo no llevan a solucionar el problema, sino que suponen una merma en el bienestar del perro.
La primera solución que se le pasa a uno por la cabeza es la «obediencia básica». Es decir, cuando tu perro ve a ese estímulo que despierta sus ganas de abalanzarse, tú le dices «quieto», «sienta» o cualquier otra orden y, al ser una conducta incompatible con perseguir el objeto, evitas el comportamiento conflictivo.
Pero la realidad es que esto no funciona bien, sobre todo porque estamos hablando de una conducta guiada por la emoción y, cuanto más intensa sean las ganas que tu perro tiene de hacerlo, más difícil para él será hacerte caso.
Además ten en cuenta que por mucho que te haga caso y se quede quieto o sentado, por dentro tu perro se siente igual, lo que supone que se cargue para «saltar» más rápido o peor la próxima vez o se generen otros problemas derivados de esto.
Así que no te recomiendo tratarlo así.
Otro error muy común, es castigar la conducta «mala» y premiar la «buena», dos caras de una misma moneda que llevan al mismo error: las emociones no se pueden castigar ni reforzar. Y en este caso, esta conducta que no es voluntaria tampoco.
Por ejemplo poner a tu perro un collar de impulsos para darle un calambrazo cada vez que se abalance o cuando está a una distancia elevada y no está reaccionando, darle un trocito de comida como premio.
CUIDADO CON EL CASTIGO
En estos casos, si eres muy bestia castigando a tu perro puede ser que deje de hacer la conducta reactiva, por ejemplo si se lleva un buen tirón de correa o un calambrazo en el cuello con el famoso collar de impulsos. Pero no es que estés «castigando» la conducta y tu perro ha aprendido que no debe hacerlo.
El que tu perro deje de hacer esa conducta utilizando métodos con castigo es debido a que siente otra emoción que anula a la emoción que le provoca el perseguir o abalanzarse: tu perro siente tanto miedo de lo que le puedas hacer, que ese miedo le paraliza o inhibe la respuesta emocional.
Aparte de lo poco ético de llamar a esto «educar», de que merma el bienestar de tu perro y de que me imagino que no quieres hacer daño a tu perro, esto tiene muchas implicaciones negativas en vuestra relación y también en la gestión que tu perro hará de otras situaciones.
Así que cuidado porque puede ser pan para hoy y hambre para mañana (¡Ojo!, «pan para hoy» para ti, para tu perro es una putada desde el primer momento).
No lo dejes pasar... (o esta será la consecuencia)
Me encuentro con muchas situaciones, como la de la consulta que inicia este artículo, en las que realmente el problema no es tan grave y la gente lo deja pasar.
En el caso de que estas situaciones sean mínimas en la vida del perro y en general tiene una buena rutina en línea con sus necesidades, el que haya de manera puntual alguna situación conflictiva y suponga algo de frustración o tensión en la correa, no tiene por qué tener un impacto en el bienestar del perro.
Sin embargo, en el caso de estas situaciones se estén dando de forma frecuente, sí que puede mermar ese bienestar por el estrés, la frustración y la mala gestión de la correa que generan.
Además de esto, si como las personas que pasean al perro no gestionan bien las situaciones con un buen manejo de correa o actuando a tiempo para evitarlas, al final se forma la bola de nieve y es cuando la respuesta reactiva se generaliza.
Es decir, el perro empieza a actuar de esa forma en cada vez más situaciones, la persona cada vez gestiona mejor esto cuando ocurre, el perro empeora… y al final se genera un verdadero problemón.
¿Qué hacer para PREVENIR O SOLUCIONAR el problema?
En el caso de la consulta, en la que entiendo que los perros tienen una rutina de bienestar general, mi propuesta es que aprendan las personas, sus referentes, a gestionar esas situaciones conflictivas cuando los perras van atadas.
Es decir, que en vez de llamarlas, ponerse nerviosos, estirar de la correa o lo que quieran que estén haciendo ahora mismo, aprendan a gestionar esas situaciones de tal forma que:
- eviten que sus perras lleguen a reaccionar.
- esa gestión saludable suponga un aprendizaje para sus perras en sí mismo.
De esta forma, no solo conseguirán poder hacer un paseo por el pueblo de forma más tranquila, sino que a través de esa buena gestión de esas situaciones están trabajando la gestión emocional de sus perras para que «disminuyan las ganas» de realizar estas conductas con los niños, con los gatos en casa, etc.
En este caso, que como te decía al principio es una reacción muy en línea con la genética de estas perras de raza pastor, lo más seguro es que no consigan ese resultado ideal de llevarlas sueltas por el pueblo sin problemas.
No hay que engañarse.
Pero sí que van a conseguir dar un paseo atadas por el pueblo de forma relajada, seguramente disminuyan las reacciones hacia los gatos en casa y, sobre todo, previenen que una mala gestión pueda derivar en un problema de reactividad y mermar el bienestar de sus perras.
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