La obligación de creer que tenía que entrenar con mi perro todos los días, el suplicio de encontrarme con otros perros en los paseos, la aleatoriedad de que mi perro volviera o no cuando le llamaba, o el renunciar a planes que me apetecía hacer porque, ni podía llevarme al perro, ni podía dejarle solo en casa, me generaba frustración y culpa. Y lo que es peor, no me dejaba disfrutar de mi perro como yo quería.
Ahora es diferente.
Te lo digo porque he conseguido una convivencia con mi perro sin quebraderos de cabeza, con la certeza de que es un perro feliz y de que encaja en mi vida familiar sin grandes esfuerzos.
Y enseño a miles de suscriptores a disfrutar de su perro con los consejos, reflexiones y aprendizajes que comparto en mis emails diarios de 3 minutos. Tú también puedes recibirlos si te apuntas aquí abajo.
Atiende, quiero contarte una de esas verdades incómodas que escuecen.
La gente no se interesa por el bienestar de su perro hasta que el perro empieza a dar problemas -más allá de comprarle una cama cara o una correa bonita-, hasta que el perro empieza a dar problemas. Y cuando esto pasa tampoco.
No sé si tú eres de esos, pero la mayoría sí.
Te podría decir que yo era una de esas hace 15 años cuando no tenía ni idea de perros, pero ni eso. Yo pensaba que me había tocado «el perro malo» y ni me planteaba que las cosas podían ser diferentes.
El caso es que tampoco les culpo. Hubiera pagado por una solución rápida para que mi perro dejara de darme problemas seguir con mi vida como si nada. Y claro, como ese sueño está ahí, pues se venden muchos cursos, seminarios y cosas del tipo…
“Adiestra a tu perro para que acuda siempre a tu llamada agotando los suministros de salchichas de los supermercados de tu barrio.”
“Conviértete en un líder y consigue que tu perro sea amigo de todos los perros del parque”.
“Descubre como el copping puede cambiar tu vida y cómo morder carne seca puede hacer a tu perro feliz”.
¿Pero sabes qué?
Son idioteces.
No digo que no puedas soltar a tu perro con tranquilidad, pero jamás tendrás una llamada 100% fiable. Ni aunque te metas un buen entrecot en el bolsillo al salir de casa.
Y desde luego, que te pongas en modo dictador rancio a decir “junto” o a pegar tirones de correa no hará que tu perro gestione de forma saludable los encuentros con otros perros.
Ni salchichas, ni salchichos.
No lo hará.
Tampoco sirve de mucho gastar tu dinero en formaciones si luego no sabes cómo poner en práctica lo aprendido con tu perro. Saber mucho y que te sirva tan poco… ¿sabes a lo que me refiero? Lo único que harás es perder tu dinero y tu tiempo pensando que estás haciendo mucho mientras las cosas siguen igual.
Ahora, hay una manera bastante sensata de enfocar la convivencia con tu perro, incluso si te cuesta pensar que tu situación tiene solución. No es nada milagroso ni es un “truco” que conocemos solo unos pocos y te lo voy a revelar porque soy así de maja.
Se llama gestión emocional y una vez que la entiendes, tu relación con tu perro y cómo vas a convivir con él a partir de ahora cambia para siempre.
Primera vez que lo lees, ¿me equivoco?
Pero claro, ¿qué sabrá Harry Harlow? Te lo digo porque fue un psicólogo que realizó uno de los experimentos más potentes sobre cómo no cubrir las necesidades emocionales de los monos del estudio hizo que crecieran como animales perturbados, tuvieran dificultades para comunicarse con otros individuos y padecieron niveles elevados de ansiedad y agresividad.
¿Te suenan estos problemas en los perros que ves por la calle?
Hasta has podido escuchar en un programa de perros de la tele que “los perros no tienen emociones”. Que eso no existe. Todos esos gurús que hablan de adiestramiento para conseguir que tu perro haga lo que tu quieres o de solucionar cualquier problema a base de salchichas… Viven de hacer creer que eso es posible pero… ¿qué sabrá Harry Harlow o Darwin sobre ello?
Pero como soy consciente que enfocar la convivencia de los perros desde un trato respetuoso y que busca su bienestar a través de la gestión emocional es algo novedoso, a quienes se suscriben les cuento en los primeros emails:
- Cómo comprar comida cara para tu perro, una cama mullida o un collar caro y olvidar sus necesidades subjetivas es pegarte un tiro en el pie.
- Caso real en el cuarto correo sobre lo primero que debes hacer ante un problema con tu perro (puedes perder mucho tiempo y dinero si te saltas este paso). Y no es contactar con un educador canino.
- La lección más importante que puedes aprender con tu perro protagonizada por… un niño de 4 años y el cuento de los 5 Cabritillos y el Lobo.
- El mayor error que cometen muchos profesionales actualmente es ofrecer soluciones estándares para los problemas. Por qué un perro no es igual a cualquier otra especie y si ignoras el detalle que te cuento en el tercer correo, te impedirá conseguir los resultados que buscas.
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